sábado, 14 de julio de 2012


EL REENCUENTRO DE DOS VIEJOS CONOCIDOS
Gracias a Dios, me los crucé en la Navarrería. Si me los encuentro en otro lugar y a solas, como decían los romanos, estaría ya en el Eliseo. Eran los míticos Sanfermines  de septiembre del 78, para muchos los mejores de sus vidas, los más rancios comentaban “Es que sólo estamos los de casa”. El de los cuernos seguía al de la teja, y el de negro, un poco acojonado aceleraba hacia la catedral. Curioso como una portera les seguí y, a la altura del Don Lancelot el diablo le propuso que almorzaran juntos. Entraron, y yo con ellos, a la vez que los clientes salían como alma que lleva el diablo. Nos quedamos los tres solos y el de verde, levantando el sarde y poniéndomelo en el cuello me gritó “eh tu, FOTOS NO”. Tragué saliva asintiendo y ya más tranquilos todos, se sentaron. Pidieron huevos fritos con magras y tomate y txacolí para beber, al parecer el cura debía ser vasco, de hecho, seseaba un poco. Charlaban acaloradamente, había que ver a ambos con la servilleta al cuello. ¡Qué lástima de foto!.Al dar buena cuenta del papeo jugaron al mus, al pierde paga, pero, cosas de la vida, yo no lo había visto nunca, EMPATARON. Me miraron y entendí. Pagué a todo correr, yo que no había almorzado y, al salir les vi como se daban la mano. “Bueno, agur aita, nos veremos en el infierno”. “Lo dudo, en todo caso en el cielo”, respondió el cura sacudiéndose las migas de la sotana. Alucinante. Aquella noche me costó dormir.

Publicado en Diario de Navarra el 9 de julio de 2012

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