domingo, 8 de febrero de 2009

Pedro Bueno

Joyero, viajero y mercader. Los jesuitas, anda que no son listos para estas cosas, ya descubrieron en él un diamante en bruto, y le querían en el seminario, para luego ir puliéndolo de cara a su Compañía de Jesús. Pero no fue así, y en 1946, con 14 abriles, se puso la bata negra de maca y entró de eso, de maca, en una joyería de su Pamplona natal. Poco a poco, aquel diamante en bruto se fue puliendo a sí mismo, e intuyó que aquél mundo de las joyas podía darle brillo a su vida y, como buen emprendedor, montó su primera tienda de alhajas. Rodeado de oro, gemas, diamantes o perlas, no sólo era un fenicio vendedor de lo que compraba; con sus manos, imaginación y sensibilidad, como si de un alquimista se tratara, convertía aquella naturaleza muerta en arte, belleza, luces y brillos. Pero además de fenicio creativo, Pedro es mercader y viajero compulsivo, un Marco Polo con americana y corbata. Comenzó visitando ferias en el Lejano Oriente, cuando a China, por ejemplo, no iban occidentales. Compraba marfiles, corales, jades y antigüedades que luego vendía en USA y Europa. Ha sido viajero, que no turista, por 105 países, y dice que ésa ha sido su mejor universidad. En uno de esos viajes, en Yamaguchi, descubrió a Francisco de Xavier. Dice que se lo encontraba por todos los rincones en forma de estatua o recuerdos, y acabó hablando por las noches con él, mientras admiraba los brillantes del cielo japonés. Como Mac Arthur en Filipinas, le dijo al santo: “VOLVERE”, y así lo hizo años más tarde, ayudando a la reconstrucción de la iglesia del santo en Yamaguchi, y otras cosas más. Fue también presidente de la Cámara de Comercio, pero, visto todo lo anterior, resulta anecdótico, ¿no?

Publicado en Diario de Navarra el 8 febrero de 2009.
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