domingo, 22 de febrero de 2009

Las Hermanas Flamarique

Las primeras joteras. En aquellos lánguidos años de posguerra, en los que casi todo era triste, la televisión todavía no hablaba y, aunque la radio no callaba, repetía machaconamente las mismas cuatro canciones, dedicándolas siempre a los mismos pesados que las solicitaban; se cantaba, sin embargo, por la calle. Se canturreaba en los trabajos, en los balcones, incluso cuando se iba a comprar el pan y el vino, como Marcelino. En ese contexto aparecen nuestras chicas, Vitori y Encarna. Las dos tafallicas entonaban a diario canciones mientras hacían las camas o extremaban, (qué palabra más bonita: extremar), y Sixto, el vecino de la droguería de abajo, que a la fuerza tenía que tener buen oído, las recomendó para cantar en un festival benéfico en el teatro Gorriti de Tafalla. Era el año del Señor de 1948. Sólo tenían aprendidas dos jotas, pero gustaron tanto que las tuvieron que repetir hasta aburrirse ellas, que no el público. Aquellos aplausos fueron el comienzo de 40 años repletos de más aplausos tras sus jotas. Sin duda un fenómeno singular, el de aquellas dos niñas prodigio, que no estudiaron música, nunca cuidaron sus gargantas, aprendieron todo a oído y jamás utilizaron micrófono, pero siempre tuvieron claro, como dicen las dos, casi a dúo:”que la jota es voz y sentimiento. Debe llevarse dentro y, para que sea brava, como la jota navarra, le tienes que poner alma y echar hasta el hígado si hace falta, porque si no, no luce”. Después de esto, debo decir que lo del hígado, no sé, pero sí que es cierto que, con su chorro de voz, rompieron un estudio de grabación y tuvieron que ir a un teatro para finalizar el disco. Todo ello en una época en la que lo del ‘Power Woman’ no había aparecido todavía, así que, imagínense lo que habrían sido ahora nuestras primeras joteras. Se me olvidaba, entre las dos cantan 159 años.

Publicado en Diario de Navarra el 22 febrero de 2009.
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domingo, 15 de febrero de 2009

Txumari Alfaro

El de ‘La botica de la abuela’. Si Julio César, conquistador y genocida de la Galia, hubiese tenido a Txumari de asesor de sus legiones, ni Astérix ni Obélix habrían pasado a la historia. Alfaro conoce la poción mágica de ‘Panoramix’, el ‘Viscum Album’, o muérdago y, con el brebaje en sus manos, el dictador romano hubiese exterminado también a nuestros simpáticos héroes galos. Afortunadamente para Astérix, Txumari nació algo más tarde en la Bardena, en Arguedas, y como los druidas, su edad es indefinida... vamos, que no me la quiso decir. De su madre y de su abuela Villar descubrió la magia de aquel armario lleno de hierbas, donde había de todo, como en botica, y que servía también para casi todo. Aquella fascinación por ungüentos, brebajes y pócimas le llevó a estudiar, viajar e investigar la medicina antropológica de nuestras abuelas, para convertirse, como dice él, en notario de aquella sabiduría del pasado. Notario, no sé, pero fenómeno mediático, sí que es. Nadie en este país ha logrado tener su programa de tv en las 6 cadenas nacionales, ni siquiera el Gran Wyoming ni los Teleñecos. Además, le da para todo, entre programas de tv, bálsamos y cataplasmas ha escrito 10 libros, el último todo un best seller que va por las 180.000 copias. El habla siempre de su medicina como paralela, que no alternativa, y aconseja ir al médico, porque ambas medicinas son compatibles. Como los curas, y ahora los cocineros, Alfaro piensa que el Amor es el remedio milagroso, la medicina más poderosa que existe. Yo, que soy más pragmático, le pedí un remedio para engañar las alcoholemias de los foralines y picoletos, y me lo dio. Existe, es el ‘NUX VOMICA’, es legal, se vende en farmacias y en media hora reduce drásticamente el nivel de alcohol en sangre. De cualquier manera, como decía mi amigo Stevie Wonder, y también Txumari: SI BEBES, NO CONDUZCAS.
Publicado en Diario de Navarra el 15 febrerode 2009.
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domingo, 8 de febrero de 2009

Pedro Bueno

Joyero, viajero y mercader. Los jesuitas, anda que no son listos para estas cosas, ya descubrieron en él un diamante en bruto, y le querían en el seminario, para luego ir puliéndolo de cara a su Compañía de Jesús. Pero no fue así, y en 1946, con 14 abriles, se puso la bata negra de maca y entró de eso, de maca, en una joyería de su Pamplona natal. Poco a poco, aquel diamante en bruto se fue puliendo a sí mismo, e intuyó que aquél mundo de las joyas podía darle brillo a su vida y, como buen emprendedor, montó su primera tienda de alhajas. Rodeado de oro, gemas, diamantes o perlas, no sólo era un fenicio vendedor de lo que compraba; con sus manos, imaginación y sensibilidad, como si de un alquimista se tratara, convertía aquella naturaleza muerta en arte, belleza, luces y brillos. Pero además de fenicio creativo, Pedro es mercader y viajero compulsivo, un Marco Polo con americana y corbata. Comenzó visitando ferias en el Lejano Oriente, cuando a China, por ejemplo, no iban occidentales. Compraba marfiles, corales, jades y antigüedades que luego vendía en USA y Europa. Ha sido viajero, que no turista, por 105 países, y dice que ésa ha sido su mejor universidad. En uno de esos viajes, en Yamaguchi, descubrió a Francisco de Xavier. Dice que se lo encontraba por todos los rincones en forma de estatua o recuerdos, y acabó hablando por las noches con él, mientras admiraba los brillantes del cielo japonés. Como Mac Arthur en Filipinas, le dijo al santo: “VOLVERE”, y así lo hizo años más tarde, ayudando a la reconstrucción de la iglesia del santo en Yamaguchi, y otras cosas más. Fue también presidente de la Cámara de Comercio, pero, visto todo lo anterior, resulta anecdótico, ¿no?

Publicado en Diario de Navarra el 8 febrero de 2009.
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domingo, 1 de febrero de 2009

Antonio Armiño

El conserje de las urnas. El escudo de armas de los Borbones, de madera labrada y policromada tiene 274 años; el humano con la urna de votaciones, sólo 60, todo un chaval, si se compara. Aunque las malas lenguas dicen que nació en el Ayuntamiento de Pamplona, y todavía con chupete ya era funcionario, la realidad es que llegó al mundo, por casualidad, en Novillas de Aragón, a la que pasaba por allí, pero a las pocas semanas ya estaba en su auténtico hogar, las casas de San Pedro de Pamplona. Sí que es cierto que sacó la oposición a ‘chispas’ del ayuntamiento siendo un crío de 24 años. Luego, oposición tras oposición, dejó lo de la electricidad para convertirse en jefe de ordenanzas y encargado de las oficinas municipales. Por sus pasillos han pasado los cuatro alcaldes democráticos, y ha tenido que enseñar usos y costumbres a éstos y a docenas de concejales noveles. Pero Armiño es ante todo un hombre popular. En realidad, es como el espíritu santo del ayuntamiento, está siempre en todos los sitios y saraos: cohete, procesiones, conciertos... lo mismo vale para un roto que para un descosido, organizando y cuidando de todos los pequeños detalles para, como él dice, “disfrutar y ver disfrutar a los demás de que todo salga bien”. Lo ven ahí, con la urna, porque soporta desde hace 25 años el peso y la responsabilidad de organizar toda la parafernalia de las elecciones de Pamplona, mesas, papeletas, cabinas urnas..., y nunca se ha equivocado. Ahora que ya le toca retirarse evoca emocionado que su día más triste como funcionario fue el de la despedida de Tomás Caballero; al margen de esa fecha, recuerda su trabajo con alegría y satisfacción. En esta tierra que tanto criticamos a los funcionarios y, sin embargo, tanto les debemos, no estaría mal el ir pensando en levantar un MONUMENTO AL FUNCIONARIO DESCONOCIDO. ¿Quizá en la calle San Nicolás?, No sé, denle una vuelta a la idea.


Publicado en Diario de Navarra el 1 febrero de 2009.
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