domingo, 14 de diciembre de 2008

Pablo Antoñana

El escritor de la boina. Algunos de sus amigos, a sus espaldas, con risas y cariño, dicen que Antoñana nació con la boina puesta. No lo sé, puede que sí. Lo que sí es cierto es que sigue durmiendo en la misma cama en la que nació hace 81 años en Viana, manda narices, buen lecho tiene que ser, porque, además, en ese mismo longevo catre recibió la extremaunción el escritor Francisco Navarro Villoslada. Sus padres y abuelos habían vivido en aquella casa, y la atmósfera de libros, fotos e historia de la mansión caló en Pablo como niebla que se mete hasta los huesos. El sacrificio y obsesión de su padre por salir de la incultura y la miseria le obligó a estudiar para maestro y letrado, ejerciendo 35 años como secretario. Siempre ha dicho que el escritor es antes lector, y desde niño invertía la paga en libros y, a la luz de la vela, leía los malos, los prohibidos. Aunque las miserias e injusticias de su entorno y la ortodoxia de la iglesia le fueron moldeando en la angustia y la amargura, convirtiéndole en agnóstico y heterodoxo, hoy en día reconoce que sigue enamorado de los principios fundamentales del evangelio, luchando siempre por los más débiles. Si nos acercamos sin clichés ni prejuicios a la obra de este premio Príncipe de Viana, 20 libros y más de 2.000 artículos, descubriremos además de valores etnográficos, históricos y costumbristas, una profunda sensibilidad por el ser humano, algo que, posiblemente, ni siquiera él haya descubierto todavía. Ahora, como él dice, “con un pie en el otro barrio”, le falta tiempo para seguir escribiendo y leyendo parte de los 8.000 libros que guarda en su casa de Pamplona, sólo confía en que San Pedro le permita pasar unos cuantos a ese otro barrio.
Publicado en Diario de Navarra el 14 diciembre de 2008.
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