El Librero. Hace un montón de años, con ese oído de murciélago que Dios me ha dado, escuché a unos energúmenos en una cafetería de Pamplona que ya no existe, la siguiente frase: “A estos rojos intelectuales de mierda habría que echarles a patadas al horno”. Se referían a los dueños de la librería El Parnasillo. Meses después la tienda fue ametrallada y posteriormente incendiada. Javier, burladés de 66 años bebió teología en Salamanca y económicas en Bilbao y en aquellos años ya se comía un librico al día. El momento estaba repleto de Beatles, hippies, barricadas, franquismo agónico, partido comunista y sobre todo... sueños de libertad. En aquel contexto, con Antonio, Lola y Paz, sus socios y amigos de por vida, montó una librería donde se vendía todo lo prohibido, pero también a San Agustín. La fórmula tubo éxito, y hoy en día en ese jardín de libros la clientela es tan variopinta, como sus flores. El truco, como dice Javier, está en amar los libros, estar informado y abandonar la militancia en pro del respeto al lector. Es lo que marca la diferencia entre ser librero o mercader de libros. Antes de dejar esta vida el del Parnasillo recomienda leer “Qohelet”, el Eclesiastés, y en su defecto, oler, acariciar y oír pasar las hojas de cualquier volumen.
Publicado en Diario de Navarra el 25 de mayo de 2008.
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