domingo, 29 de marzo de 2009

José Torregrosa

El vendedor de leones. Si tu perolo gasta ya unos años, pero todavía no tienes claro si realmente es el momento adecuado de cambiarlo por un coche nuevo, lo mejor, o peor, que te puede ocurrir es encontrarte con Torregrosa por la calle o, simplemente, acercarte por su concesionario de automóviles. Eres hombre muerto. Ya has caído. No hay retorno. Con una sonrisa de oreja a oreja y simpatía embriagadora va tejiendo poco a poco su tela de araña: que si el abs, que si las llantas... Si dudas o remoloneas, zas, se transforma en Merlín el mago, y de su chistera saca regalos y descuentos. Y al rato, con esa sonrisa de idiota que tenemos todos en estos casos, te ves saliendo por la puerta del concesionario, tan contento, todavía con el bolígrafo en la mano, que te ha regalado después de firmar y sin saber muy bien si estás en un sueño o sales de una película. YA TE HA VENDIDO UN LEÓN. Este león de las ventas nació en Pamplona cuando los coches se compraban con recomendación y tenías que tener enchufe para que te lo dieran en menos de dos años. Era 1949, y su padre acababa de montar un taller de automóviles. Un taller en el que José aprendió a ser empresario, a invertir y a crecer, convirtiéndolo en un próspero concesionario, siendo también pionero en las técnicas de marketing y publicidad del sector, y haciendo de su tienda un lugar de encuentro y de amistad. Su otra pasión, además de la venta de coches, es la fotografía, en la que también fue precursor en el uso del angular y donde, sobre todo, aprendió a ver, mirar y apreciar los detalles de la vida. A pesar de estar entre leones, incluso él mismo ser un león, en 1995 recibió el zarpazo de un monstruo llamado terrorismo, que le quemó el concesionario porque vendía una marca francesa. Otro habría tirado la toalla, pero él no se fue, y ahí sigue, como un león.

Publicado en Diario de Navarra el 29 marzode 2009.
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domingo, 22 de marzo de 2009

Pancho Egozkue

Gasolina en las venas. El villavés nació en Baja California hace ahora 53 años, en la hacienda de ganado que sus padres, oriundos de Loizu, en el valle de Erro, habían levantado con éxito en el país mexicano. En aquel rancho, rodeado de vaqueros a caballo, furgonetas y rancheras, se sentía tan libre y feliz como asilvestrado. Con 8 y 9 años conducía los coches de la finca, aprendiendo a derrapar y haciendo carreras con sus hermanos, a los que siempre ganaba, en un circuito hecho con bidones. El destino le había echado el anzuelo del motor, y Pancho, sin darse cuenta, ya se lo había tragado. Pero lo bueno, dicen, dura poco y a Pancho, con 10 años, le trajeron a estudiar a Lecaroz y al Redín. Estaba triste, pero sobre todo nostálgico. Un día, sin embargo, desde Burlada, escuchó al otro lado de la colina el inconfundible rugido de los motores enfurecidos. A todo gas, subió la loma y, con los ojos como faros y el corazón a tope de revoluciones, observó que en Navarra también había carreras de coches. Era la entonces mítica Subida a Badostaín, y se dijo a sí mismo que algún día la ganaría. Se quedó corto el chaval. Ganó Badostain, Urbasa, Jaizquibel...cinco campeonatos de España y dos campeonatos de Europa de subida de montaña. Lo hizo él solito, sin apenas ayudas y, como los laureles del motor son caros, después de todo este palmarés, en 1994 se arruinó y dejó de competir. María Jesús, su mujer, que siempre le había dicho que ella era feliz, viéndole a él feliz, le comentó: “Pancho, sonríe, lo que tú has hecho, lo han podido hacer muy pocos, y has llevado a tu Villava y a tu Navarra muy lejos”. Ahora, desde 2002, con otra perspectiva y sin la presión de tener que ser el nº 1, sigue disfrutando de su pasión, y en cada subida saborea sentirse uno con su pareja mecánica; y relajado, pero con genio, baila unido a su coche al ritmo de las curvas de la carretera.

Publicado en Diario de Navarra el 22 marzo de 2009.
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domingo, 15 de marzo de 2009

Aurelio Sagaseta

Maestro de la capilla de música de la catedral. Lo de que la música amansa a las fieras, aunque cierto, siempre me ha parecido una ordinariez, pero sí que es verdad que, de todas las artes, es la música la que más transciende la mente para acariciar el espíritu que está detrás. Escuchar melodías sacras en una catedral es aún otro paso más, y Aurelio Sagaseta, con su música de capilla, es el encargado de evocar y hacernos recordar que lo sublime es solamente un reflejo de un mundo que existe, pero que no podemos ver. Dicho así, bien pudiera parecer que Sagaseta hubiese nacido en el Olimpo de los dioses, pero en realidad nació en un caserío de Ituren el día de San Pantaleón, en 1935 y, afortunadamente, como él mismo dice, sus padres tuvieron el gusto de llamarle Aurelio. En aquellos tiempos -sabia costumbre-, los organistas de pueblo enseñaban solfeo a los chavales y, como Aurelio parecía que tenía oído, además de oreja, el organista le siguió pagando en Pamplona los estudios de música, mientras se hacía cura en el seminario. Una oposición de 4 días le consagra como maestro de capilla en 1961; amplía estudios en Roma y también saca la cátedra de armonía del Pablo Sarasate. Con este bagaje, cuida, cataloga, y transcribe 802 años de historia musical que, a su vez, otros ¿Kapellmeister¿ habían compuesto para nuestra catedral. Además de componer, este canónigo forma, gestiona y dirige el coro de cantores e instrumentistas de la capilla, que se alimentan del cabildo y del caché que perciben de algunas de sus 60 actuaciones anuales. Como no se reparten el botín, los ingresos los emplean en viajar por medio mundo para mostrar la música sacra navarra, de la que también han grabado 13 CD.
Quizá no sepan que, antiguamente, a esta figura se le denominaba "Chantre", y tenía asignadas las posesiones de la Chantrea. En fin, que si Sagaseta se pone tonto, bien podría reclamar todo el barrio para estar más ancho cuando compone.
Publicado en Diario de Navarra el 15 marzo de 2009.
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domingo, 8 de marzo de 2009

Alfonso Nieto

El entrañable Profesor. Ahí donde lo ven, a sus 76 años, jubilado de la docencia desde el 2002, que no de la investigación, este experto mundial en empresas de comunicación y negocio mediático, profesor de más de 30 generaciones de periodistas en la Universidad de Navarra, rebosa vitalidad y alegría mientras se mueve en las nuevas tecnologías, Internet y telefonía móvil como pez en el agua. La envidia, sin lugar a dudas, de frikis y ejecutivos pijos, doctorados en presumir de tecnología. Conoce, y lo afirma con contundencia, que dentro de muy poco casi todo estará dentro de un móvil no más grueso que una tarjeta de visita. Pero nuestro profesor no necesita tarjeta, dicen que la sencillez es la tarjeta de visita de los sabios y, además, tampoco le cabrían en una tarjeta convencional todos los honoris causa, la cátedra, el decanato, el rectorado de la uni, la medalla de oro de la Universidad de Navarra... Además de ir al monte para disfrutar de la naturaleza y los amigos, le gusta enredar y ciriquiar con el tiempo. Arregla relojes antiguos, y su teoría de que el tiempo es propiedad del ciudadano y que el periodista y los medios de comunicación deben conquistar ese tiempo para seguir subsistiendo, ha revolucionado el mundo de la empresa informativa. A nivel personal tiene pasión por dar vida a ese tiempo. Él sabe que los relojes sólo marcan la hora, pero no señalan el tiempo y, como bien dice, únicamente entendemos ese tiempo cuando al comienzo y al final vemos la eternidad. Esta perspectiva y su vinculación al Opus Dei desde los 19 años han enriquecido su vida y, quizás por esto mismo, cuando le pregunto cuál es la mejor lección magistral que se puede dar al prójimo, se le ilumina el rostro de alegría y responde: “SONREÍR”. Está claro. Este hombre no necesita tarjeta de visita.
Publicado en Diario de Navarra el 8 febrero de 2009.
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domingo, 1 de marzo de 2009

José Luis Molins

El Guardián de la memoria. Visto así, de primeras, con esa puerta siniestra, las tres cerraduras y la llave oxidada, nuestro pobre Molins bien pudiera parecer ‘El Amo del Calabozo’. Por suerte, su elegante chaqueta de paño inglés y la cara de buena persona que tiene no dejan lugar a dudas, José Luis no es el señor de las mazmorras. De cualquier manera, sí que hay algo de mágico detrás de esa portezuela y sus tres cerraduras; hay tesoros, y, de la misma forma que los ‘Beefeater’ ingleses cuidan el tesoro de la corona británica en la Torre de Londres, Molins, sin alabarda ni arma alguna, pero con sabiduría y dedicación, custodia desde hace 33 años la memoria histórica de Pamplona desde su garita de archivero municipal. Detrás de esa puerta están todos los documentos que ha producido el ayuntamiento desde 1423, año de la unión, 150 años de fotografías, colecciones de periódicos, libros, objetos de lo más variado, y Molins gestiona y organiza ese proceso documental de principio a fin para garantizar al ciudadano los derechos de consulta e intimidad. Aunque trabaja con el pasado, siempre procura vivir el presente mirando al futuro y quizá por eso haya apostado por un proceso de informatización ambicioso e imparable. Como se puede ver, es un archivero de puertas adentro, pero tampoco olvida mediante la publicación de libros esa labor de difusión y divulgación que debe ser compromiso de los que saben. Y como los que saben deben opinar y dar la cara, consiguió recuperar para la ciudad el portal de Taconera, y con su dimisión del Consejo Navarro de Cultura evitó que nos plantaran el museo de arte contemporáneo en mitad de un baluarte de la Ciudadela. Yo me quedo, además, con esa faceta de gran conversador, que no hablador, de humor dulcemente irónico y sabor socarrón. Tiene ahora 63 años


Publicado en Diario de Navarra el 1 marzo de 2009.
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