El corredor de encierros. El Casco Viejo de su Iruña natal es como una prolongación del salón de su casa. Todo el mundo le conoce, le saluda o le para, y para todos tiene siempre puesta su sonrisa. La calle Nueva le vio nacer hace 63 Sanfermines y, quizá por la proximidad al recorrido, con 14 años ya se asomó a probar el encierro de la Estafeta y, a los 16, Manolo Nagore y otros le abrieron la puerta de Santo Domingo, enseñándole los trucos de LA CUESTA, en la que con el tiempo se convertiría en toda una institución. De entonces a hoy, esa mágica adicción a correr no le ha perdonado ni un encierro. En esa cuesta descubrió todo un mundo, un encierro diferente, donde se pasaba lista, se cantaba al Santo mirando al cielo y donde todos se conocían y ayudaban. Unos valores y costumbres que él ha procurado mantener. Hoy en día, según dice, en Santo Domingo se siguen manteniendo esos principios: “Aquí no hay codazos para salir en la foto ni protagonismos mediáticos, es un encierro en su pura esencia. Es una carrera explosiva, de pocos segundos y metros, a velocidad de vértigo y con muchas posibilidades de salir volando. Aunque lo mejor de todo es el compañerismo y las personas. Un encierro genuino, donde todavía se corre en blanco y rojo”. Para estar en forma y correr ‘sus’ encierros, también va a los de Tafalla y Sangüesa, pero sobre todo, por filosofía de vida, hace atletismo, juega a pala, sube monte y corre maratones. Además, como tiene buena voz, es de esos ‘cantamañanas’ que, colgados de un farol, despiertan a la gente diciendo que son auroros. Cuando no corre, entrena o canta, el guarnicionero de profesión, ahora prejubilado, hace algo que me da envidia, y supongo que a alguno de ustedes también. Como voluntario de Ademna, cuida enfermos de esclerosis múltiple: los trae, los lleva, les canta, juega con ellos, les vacila... los zarandea y les alegra el espíritu, mientras ayuda a mover sus cuerpos.
Publicado en Diario de Navarra el 21 junio de 2009.